Pamela Irazú Ramírez Ibarra28 de noviembre de 2023 El Internet de las cosas, las apps, los relojes inteligentes, las redes sociales, las plataformas de educación en línea… Si reflexionamos un poco, las tecnologías digitales han tomado un rol central en todos los aspectos de la vida humana, tanto así que se han vuelto omnipresentes. Prácticamente toda la información que adquirimos y utilizamos se encuentra digitalizada también: la música, los libros, los programas de televisión, las fotografías y videos. Nuestras membresías a comunidades, las relaciones personales, de trabajo y hasta nuestras relaciones amorosas son mediadas por las plataformas digitales como Facebook, LinkedIn, o WhatsApp. Casi todos los trabajos formales y la educación académica implican el uso de alguna forma de tecnología digital, los servicios básicos como la salud son mediados por la comunicación digital, y otros servicios, como los bancos, están cambiando sus modelos de atención al cliente eliminando los encuentros cara a cara. Podemos decir que vivimos en una sociedad digital, de tal manera que algunos antropólogos han señalado que las tecnologías digitales, como cualquier otro artefacto cultural, “se han vuelto parte de lo que nos define como humanos” (Miller y Horts, 2012:2). Hemos llegado a un punto en el que la ubicuidad de las tecnologías digitales las han vuelto invisibles. ¿O no? ¿Qué sucede cuando los avances tecnológicos representan un obstáculo para acceder y participar plenamente en la sociedad? Damos por sentado que todos tenemos el mismo acceso y habilidades para utilizar estas tecnologías, pero un breve vistazo a la historia de la humanidad nos recuerda que estamos sumergidos en un mundo profundamente desigual en el que el progreso y sus beneficios no logran permear a todos sus miembros. Aún más, dado que las tendencias globales llevan a la hiperdigitalización de la vida humana a través de la super fusión del ciber-espacio y la vida “real”, hoy más que nunca es necesario discutir las desigualdades que surgen desde y dentro del ciberespacio, y su relación con las estructuras sociales. La brecha digital ha sido estudiada desde las ciencias de la computación o los estudios culturales y mediáticos como la diferencia entre diversos sectores sociales en el acceso y las habilidades necesarias para utilizar las tecnologías digitales. Sin embargo, poco se conoce sobre la relación de interdependencia entre las condiciones de vida “real” y las vida en línea. Es decir, ¿cómo las actividades en línea y las habilidades digitales varían de acuerdo a factores sociales? ¿Cuáles son las consecuencias sociales de la brecha digital? ¿Cómo estas desigualdades sociales y digitales interactúan y se reproducen? La diferencia en la capacidad de acceder a los recursos, oportunidades y recompensas sociales que está en la base de las inequidades sociales también ocurre en la esfera digital, y tal como las primeras, surgen no solo del aspecto económico, sino también del contexto cultural, social y político. La multidimensionalidad y complejidad de la brecha digital es tal que esta debería tratarse como como un tema social, no sólo técnológico; y de esta manera comprenderse también con lentes sociológicos. Para esto, algunos sociólogos, como Ragnedda (2017), han propuesto tres niveles de análisis de la brecha tecnológica. El primer nivel se refiere a la división binaria entre los que tienen y los que no tienen acceso al Internet. El segundo nivel analiza los aspectos de habilidades digitales, y el propósito y autonomía en su uso. El tercer nivel, sin embargo, va un poco más allá y estudia los beneficios que las personas obtienen de los distintos accesos a las tecnologías digitales (primer nivel) y sus diferentes usos (segundo nivel), y las capacidades necesarias para explotar estos beneficios para mejorar sus propias condiciones de vida (tercer nivel). Es decir, este nivel se enfoca en las oportunidades de mejora en la calidad de vida que surgen desde el acceso y el uso de las tecnologías digitales, así como las consecuencias sociales de la inequidad en el reparto de estos beneficios. La sociología digital emerge, entonces, como una subdisciplina de las sociología que proporciona los medios para investigar, analizar y comprender el impacto, el desarrollo y el uso de las tecnologías digitales, así como su incorporación a los mundos sociales, sus instituciones y los conceptos de identidad y corporeidad (Lupton, 2015). Desde esta perspectiva, los sociólogos vemos oportunidades relevantes y emocionantes para contribuir al trabajo empírico y teórico que mapea los cambios socio-económicos y culturales que surgen en horizonte digital, así como las nuevas posibilidades de agencia y acción de los actores sociales. Además de la desigualdad, hay otros temas sociales emergentes en la sociedad digital que también se abordan a la luz de la sociología digital, como la seguridad y privacidad personal, la vigilancia panótica de las instituciones o la vigilancia algorítmica. Se prevee también que los principales debates de la sociología digital giren en torno a cuestiones de desinformación, la propagación de discursos violentos o conspiranoícos en las redes sociales, así como el uso de softwares de chatbots y toma de decisiones automatizada en la prestación de serivicios sociales, las decisiones en torno a la justicia y la vigilancia y sus efectos sociales y políticos (Lupton et al., 2023). Por otra parte, la digitalización también tiene implicaciones en la manera de hacer sociología, pues ahora nos acercamos a nuevos tipos de datos (digitales), nuevos espacios de trabajo de campo (ciberespacio) , y nuevos sujetos informantes (Lupton et al., 2023). Lo anterior no implica dejar de lado las herramientas que distinguen a la sociología, como la descripción densa, la contextualización de los datos y el reconocimiento de los sesgos informativos. La sociología digital, entonces, es un resultado del mundo dinámico actual que nos llama a ser flexibles y tender redes de conocimiento interdisciplinario con otras disciplinas como las computacionales, los medios, los estudios culturales digitales, etcétera. Como ya hemos mencionado, las desigualdades sociales y digitales, así como las prácticas que las sostienen, son producto del contexto, historia y cultura de una sociedad. Por eso es urgente analizar desde el sur global cómo se viven estas desigualdades, cuales son sus consecuencias inmediatas y como paliarlas para no irnos rezagando más ante el voraz avance de las digitalización de la vida humana. Al fin y al cabo, no solo somos igualmente humanos en el mundo digital sino que el ciberespacio nos proporciona nuevas oportunidades para comprender lo que nos vuelve humanos, y nos podría ayudar a mejorar las condiciones de vida de nuestra sociedad. Referencias Lupton, D. (2015). Digital sociology. Routledge: Taylor & Francis Group. Lupton, D., Fuentes, A., and García Mingo, E. (2023). Presente y futuro de la sociología digital: Entrevista a Deborah Lupton. Teknokultura. Revista de Cultura Digital y Movimientos Sociales, Avance en línea. https://doi.org/10.5209/tekn.87181 Miller, D. and Horst, H. (2012). The digital and the human: a prospectus for digital anthropology. In H. Horst and D. Miller (eds.) Digital Anthropology (pp. 3 – 35). London: Berg Ragnedda, M. (2017). The third digital divide: A Weberian approach to digital inequalities. Routledge.
19 Comments
|